¿Son legítimas las manifestaciones en Cuba?

 

Por colectivo de Konsensuando



 Las manifestaciones ocurridas en Cuba en julio pasado apuntan, como pocos sucesos, a un cambio visible en el panorama político nacional. A pesar de no ser las primeras acciones de protesta antigubernamental de los últimos años, superaron con creces otras experiencias previas (menos violentas y limitadas a la capital del país) y terminaron por ser las más mediáticas desde el Maleconazo, en agosto de 1994.

La reciente convocatoria a una nueva protesta para el próximo 15 de noviembre, impulsada por organizaciones y figuras contrarrevolucionarias y pensada como una acción simultánea en distintas urbes del país, recoloca en el centro del debate público la pertinencia, legalidad y legitimidad de las manifestaciones como ejercicio de expresión ciudadana en naciones en tránsito hacia el socialismo.

Vale destacar que las manifestaciones en las sociedades burguesas constituyen una de las herramientas de lucha con que cuentan los trabajadores (y cualquier otro sector con un mínimo de capacidad de convocatoria) para defender sus intereses. Casi siempre se convierten en una vía para drenar el descontento y la ira en el espacio público, pero esto no quiere decir que el mero acto de manifestarse sea prueba de un sistema democrático y participativo: puede suceder ―y sucede con frecuencia― que las reivindicaciones de los manifestantes sean desoídas por las élites políticas y financieras de un país. Además, varios centenares de personas, o incluso un millar, no necesariamente son representativos de los anhelos, proyectos y reclamos de las grandes mayorías.

Como parte de los acuerdos entre las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, el derecho a la manifestación está reconocido entre los derechos humanos. En Cuba, la Constitución socialista de 1976 lo amparaba como un derecho del pueblo trabajador, ejercido a través de las organizaciones sociales y de masas del país, cuestión que invalidaba su uso lícito por los sectores contrarrevolucionarios, en un contexto de constante enfrentamiento a la hegemonía de Estados Unidos y el sistema capitalista mundial.

Sin embargo, la Constitución de 2019 retiró la mediación de las organizaciones sociales y de masas y convirtió el derecho a la manifestación en una herramienta disponible para cualquier ciudadano, grupo u organización, solo condicionada por el respeto a la legalidad y el orden público. Si bien esta nueva formulación puede ser más abierta y participativa, ciertamente será aprovechada una y otra vez por los sectores alineados con la agenda política de Washington.

En este contexto, urge una Ley de Manifestaciones que complemente el artículo constitucional No. 56 y especifique en qué circunstancias puede ocurrir una manifestación, quiénes tiene el derecho legítimo de manifestarse, cuáles serían los lugares o rutas viables para hacerlo, así como las herramientas para coordinar, convocar y encaminar las futuras manifestaciones y marchas.

La ausencia de tal regulación tiene un doble impacto negativo: por un lado, deja un exceso de discrecionalidad a los decisores políticos, que puede redundar en la imposición de límites extremos. Por el otro, al no existir una norma clara, puede darse el ejercicio de ese derecho mediante formas que violen otros derechos o la propia Constitución.

Lo que sí está claro es que nunca el derecho a la manifestación puede utilizarse para subvertir el sistema político, para derrocar el proyecto socialista cubano (lo cual es inconstitucional) o para establecer alianzas con grupos y organizaciones que reciben financiamiento exterior con el objetivo de promover los intereses del gobierno de los Estados Unidos y otras potencias extranjeras.

Sin embargo, es necesario aclarar que las manifestaciones están indisolublemente ligadas al devenir del proceso revolucionario cubano. Desde aquella que aprobó multitudinariamente la Primera Declaración de La Habana (1960) hasta la Tángana del parque Trillo (2020), pasando por las marchas a favor del bienestar animal y los derechos LGBTIQ+, o las Tribunas Abiertas a favor del regreso a Cuba de Elián González y Los Cinco, las manifestaciones siempre han formado parte de la épica revolucionaria.

Aunque estas han tenido mayoritariamente un carácter festivo o solidario, también es justo mencionar la ocurrencia de varias manifestaciones en distintas localidades del país, producto del descontento popular contra situaciones puntuales, que fueron resueltas de manera pacífica entre los dirigentes, las fuerzas del orden público y la población, como corresponde a una sociedad que aspira al socialismo.

Por otro lado, el desarrollo de manifestaciones similares a las del 11 de julio de 2021, lejos de constituir un ejercicio de legítima expresión popular, degenerará indiscutiblemente en la violencia callejera, la polarización y el resquebrajamiento de los consensos sociales y la unidad sobre los que se erige nuestro proyecto emancipatorio.

Nos guste o no, el contexto geopolítico de la Revolución cubana es el de un pequeño foco de resistencia en un mundo gobernado por las lógicas del neoliberalismo y el capital financiero global. En este sentido, la contrarrevolución interna, la hostilidad de las grandes potencias occidentales, los planes para derrocar el socialismo y las amenazas a la soberanía nacional se encuentran tan interconectados que no pueden analizarse por separado a la hora de entender las manifestaciones antigubernamentales.

Como bien señalaba hace algunos meses la revista digital La Tizza, ante los intentos de desestabilizar el país, la respuesta de las fuerzas revolucionarias, más que policial (o judicial), debe canalizar las energías y la participación de los amplios sectores que históricamente han defendido a la Revolución cubana. Necesitamos dar una respuesta política, popular y comunicacional, que garantice la paz y la tranquilidad ciudadanas, a la vez que preserve la hegemonía socialista.

En los tiempos que corren, se impone una profunda reflexión sobre las protestas de carácter contrarrevolucionario y las causas coyunturales que les otorgan una mayor capacidad de convocatoria. Incluso, más que responder a las propias manifestaciones, es imprescindible atacar el burocratismo, implementar mejores métodos de comunicación pueblo-gobierno, rejuvenecer a las organizaciones tradicionales de la Revolución, lograr un mayor empoderamiento de la clase trabajadora y erradicar tempranamente las situaciones que puedan fortalecer las posturas de la oposición interna.

Es necesario identificar todas las vías y los canales que posee la sociedad para tramitar sus dudas, reclamaciones e insatisfacciones; determinar cuáles hoy resultan disfuncionales; y trabajar en su perfeccionamiento y divulgación. Esa es la mejor manera de quitarle apoyo y legitimidad a los grupos contrarrevolucionarios que, vendiéndose como abanderados del civismo, promueven la violencia y la intolerancia. 

Epílogo

Este artículo-resumen, fruto de la intervención entusiasta de numerosos usuarios, fue redactado a partir de las ideas expuestas en los debates del 28 de septiembre (escrito) y el primero de octubre (escrito + audio) de 2021, en el grupo de Telegram de Konsensuando.

Con el objetivo de identificar criterios comunes entre los participantes del chat, realizamos una serie de encuestas sobre los aspectos centrales de este tema. Aunque en la mayoría de ellas se percibe poco consenso, sí es visible una línea de opinión mayoritaria, que intentamos seguir en este texto. En la siguiente imagen, puede verse los resultados de las encuestas.

 


Invitamos a los lectores a consultar en Telegram el chat y el podcast de Konsensuando, y conocer otros criterios, comentarios y experiencias que no fueron incluidos o desarrollados ampliamente en este texto. De igual forma, recibiremos con agrado todos los señalamientos, sugerencias, dudas o propuestas de temas que surjan de la socialización de este artículo.

***

Konsensuando es un proyecto de la plataforma digital K-analiza. Tiene su base en la juventud cubana y se propone la construcción de consensos dentro de la Revolución, mediante el intercambio de perspectivas, el aprendizaje conjunto y la crítica constructiva de nuestra realidad política y socioeconómica.

Propón, debate, participa...Tu opinión transforma.

 

 

Translate